2/2/10

El Año de Ernestine Rose, una Atea y Luchadora

(Traducido y editado de Wikipedia y varias fuentes)

“Es un hecho demostrable e interesante, que todos los niños son ateos, y si la religión no les fuera inculcada, seguirían siéndolo”

Ernestine Rose, 13 de Enero de 1810, 4 de Agosto de 1892

Este es su año. Se celebran 200 años de su nacimiento. Los seres libres y pensantes, le rendimos homenaje y le agradecemos su lucha, su tesón, su valentía, y su lucha.

Ernestine Rose era una feminista, una abolicionista, y una librepensante, y resultó ser una de las fuerzas intelectuales más importantes tras el movimiento de los derechos de la mujer durante el siglo XIX en los Estados Unidos de Norteamérica.

Su lucha llega a nosotros de una manera casi imposible para la mujer moderna de vislumbrar. Pero crean que los derechos de la mujer no hubieran sido lo qu

e son hoy, si no hubiera sido por la lucha de mujeres libres como Ernestine Rose, o Susan B. Anthony.

No hace falta mencionar aquí, las injusticias de la religión organizada (ya sea el Judaísmo, Catolicismo, o Islam) para con las mujeres (si este comentario le sorprende, refiérase a http://gacetaepicuro.blogspot.com/2009/10/religion-y-represion-sexual-o-la.html). En una sociedad del siglo XIX, donde la mujer aún vivía como ciudadano de segunda clase, y tenía derechos equiparables a los esclavos, la religión alimentaba lo que creó, la sumisión de las mujeres en general.

En este contexto, en que una mujer que hablara fuerte y altiva era tachada de prostituta, de mujer vil y sucia, unas pocas se pararon y se organizaron, creando el movimiento de las Sufragistas (EEUU – Convención Nacional de Derechos para la Mujer) recién en el año 1850. Pero a todo esto, y ya por el año 1836, la Srta. Rose de tan sólo 26 años de edad, obtuvo una audición especial frente a la Legislatura de Nueva York, armada con tan sólo una petición que contaba con apenas cinco firmas.

Pero demos un paso atrás. ¿Quién era exactamente esta figura femenina, de mirada cansada, de sonrisa tenue y sincera, de aspecto gentil pero firme? Hoy pocos la recuerdan.

Ernestine nació de apellido Polowsky en Piotrków Trybunalski, en la Polonia Rusa. Hija de un rabino rico y una madre cuyo padre era un negociante adinerado.

A la temprana edad de los cinco años, Ernestine comienza a “cuestionar al Dios que ejerce tales durezas” tales como las numerosas ayunas que su padre llevaba a cabo. A medida que fue creciendo, comenzó a cuestionar a su padre con mayor frecuencia sobre cuestiones religiosas, recibiendo como respuesta únicamente: “Una niña joven no quiere comprender el objeto de su credo, pero sí aceptarlo y creer en él”. En respuesta a esto, a la edad de 14 había rechazado completamente la idea de la inferioridad femenina, y los textos religiosos que apoyaban esta concepción.

A la edad de 16 años, su madre falleció, y su padre la prometió sin su consentimiento a un joven judío que era amigo de él. Rose, que no deseaba contraer matrimonio con un hombre que ni amaba ni había elegido, lo enfrentó, expresando su falta de afecto hacia él y rogando ser liberada. A pesar de ello, Rose era una bella mujer de una familia rica, y él se tomó el pedido con ironía. Pero Rose no se daría por vencida tan fácilmente. Alquiló un trineo y un conductor, se enfrentó al clima frío del invierno noreuropeo, y decidió ir a una corte civil notoriamente anti-semítica para hacer valer su caso por si misma. La corte le dio con la razón, y no solamente la liberó de su compromiso sino que también dictaminó que podría retener la herencia completa que había recibido de su madre. Aunque decidió dejar dicha fortuna a su padre, con mucho gusto aceptó su liberación del compromiso, y volvió triunfalmente a su casa para descubrir que su padre se había casado con una niña de 16 años en su ausencia. La tensión que se montó en su hogar la llevó a que eventualmente se viera forzada a abandonar su casa a los diecisiete años de edad.

Rose viajó por Europa, enfrentándose a las autoridades cuando veía leyes injustas, pidiendo exenciones. Pasó por Berlín, Bélgica, Holanda y Francia. Finalmente arribó a Inglaterra, donde, tras haber sobrevivido el naufragio del barco que la trasladó a ese país, logró reestablecerse como maestra de alemán y hebreo, y vender unos desodorantes de ambiente que eran de su propio desarrollo.

En Inglaterra conoció a un socialista utópico de nombre Robert Owen, que se quedó tan impresionado con ella que la invitó a dar una charla en una gran sala para disertantes radicales. A pesar de su conocimiento limitado del Inglés, la audiencia se sintió tan impresionada con ella, que de ahí en más, sus apariencias se regularizaron. Desarrolló una estrecha amistad con Owen, e incluso le ayudó a fundar la Asociación para Todas las Clases de Todas las Naciones (Association of All Classes of All Nations). Este grupo se dedicaba a fomentar los derechos humanos para las personas de toda nación, sexo, raza y clase. En su tiempo allí también conoció a William Ella Rose, un joyero inglés cristiano y orfebre, también seguidor de Owen. En breve contrajeron matrimonio por magistrado civil, y ambos expresaron claramente que consideraban al matrimonio un contrato civil y no uno religioso.

En mayo de 1836, los Rose emigraron a los Estados Unidos, donde más tarde se naturalizaron como ciudadanos y establecieron en 1837 en una acogedora casa en la ciudad de Nueva York. En breve, Rose comenzó a dar charlas sobre los temas que más le interesaban, uniéndose a la “Sociedad de Filántropos Morales” (Society for Moral Philanthropists”) y viajando a diferentes estados para fomentar sus causas de abolición de la esclavitud, tolerancia religiosa, educación pública, e igualdad para las mujeres. Sus charlas generaron mucha controversia. Mientras visitaba el Sur para abogar en contra de la esclavitud, un esclavista dijo que la “bañaría en brea y cubriría en plumas si hubiera sido hombre”. Cuando en 1855 fue invitada a dar una charla en contra de la esclavitud en Bango, Maine, un diario local la llamó “una atea... mil veces por debajo de una prostituta”. Cuando Rose respondió a esa bajeza en el diario que era competencia del otro, abrió un feudo en la ciudad que generó tanta publicidad que para cuando ella llegó, todos querían oírla hablar. Su charla peor recibida fue quizás la de Charleston, West Virginia, donde su discurso sobre los males de la esclavitud encontró una oposición e indignación tal, que se vio forzada a ejercer mucha influencia para poder salir de la ciudad con seguridad.

En los 1840 y los 1850, Rose se unió al “panteón de grandes mujeres norteamericanas”, un grupo que incluía a mujeres influenciales tales como Elizabeth Cady Stanton, Susan B. Anthony, Lucretia Mott, Paulina Wright y Sojourner Truth y luchó por los derechos de la mujer y el abolicionismo.

Durante el invierno de 1836, el juez Thomas Hertell elevó un proyecto de ley llamado “acta de la propiedad de la mujer casada” (married women's property act) a la legislación de la ciudad de Nueva York, para investigar los métodos para mejorar los derechos civiles y de propiedad de las mujeres casadas, y para permitirles retener bienes raíces en su nombre. Cuando Rose supo de esta resolución, redactó una petición y comenzó a solicitar nombres para apoyarla. En 1838 dicha petición fue enviada a la legislatura del estado a pesar de solo tener cinco nombres. Fue la primera petición jamás entrada a favor de los derechos de la mujer. Durante los siguientes años, ella aumentó tanto la cantidad de peticiones como el número de firmas. En 1949 estos derechos fueron finalmente ganados.

Rose también se hizo presente y hablo en varias conferencias y convenciones, incluyendo entre ellas:

· Primera Convención Nacional de Infieles

· Convención Bíblica de Hartford

· Convención de Derechos de la Mujer en el Tabernáculo, Ciudad de Nueva York

· La Décima Convención de la Convención Nacional de los Derechos de la Mujer en el Cooper Institute, ciudad de Nueva York

· La Convención Estatal de los Derechos de la Mujer en Albany, Nueva York

· Reunión de la Asociación de Derechos Igualitarios

Rose fue elegida como presidenta de la Convención Nacional de Derechos de la Mujer en Octubre, 1854, a pesar de objeciones presentadas por ella ser atea. Su elección fue fuertemente apoyada por Susan B. Anthony que declaró que “cada religión – o ninguna – debería tener un derecho igualitario en la plataforma”.

En sus años tardíos, después de un viaje de seis meses por Europa, intentó alejarse de plataformas y controversias. A los 6 meses de su vuelta a los EEUU, dio el discurso de cierre de la Convención de Derechos de la Mujer. De todas formas, su salud empeoró, y el 8 de Junio de 1869 ella y su marido navegaron a Inglaterra. Susan B. Anthony organizó una fiesta de despedida para ellos, y la pareja recibió muchos regalos de amigos y admiradores.

Después de 1873 su salud mejoró, y comenzó a abogar por el sufragio femenino en Inglaterra, inclusive haciéndose presente en el movimiento de la Conferencia del Sufragio Femenino en Londres (Conference of the Woman's Suffrage), y hablando en Edimburgo, Escocia, frente a una gran asamblea publica a favor del sufragio femenino.

Falleció sin haber logrado pequeñas victorias para la libertad de la mujer en 1892.

Quizás hoy día las mujeres tomen un momento entre los 365 días de este año, y agradezcan a esta heroína moderna, a esta “diosa” en carne y hueso, haber logrado lo otrora imposible. Haberle dado a la mujer voz, voto, e individualidad.

A su valentía, la saludamos.

La Redacción

  • “¿Me dice que la Biblia esta en contra de nuestros derechos? Entonces yo le diré que nuestra lucha no depende de un libro que nadie sabe quien lo escribió ni cuando. ¿Me cuenta lo que dice Pablo o Pedro sobre el tema? Entonces nuevamente responderé que nuestra lucha no depende de la opinión de nadie, ni siquiera de las de Pablo o Pedro,... Libros y opiniones, sin importar de quien vinieron, si se oponen a nuestros derechos humanos, son nada mas que cartas muertas” – Ernestine Rose, respondiendo a un abucheador religioso en la Séptima Convención National de Derechos de la Mujer, Nueva York, 25 al 26 de Noviembre, 1856 (Historia del Sufragio Femenino, Vol. 1: 661-663).
  • “…Los mas sabios de todos los tiempos han aceptado que el período mas importante en la educación del ser humano es en su niñez... – Ésta tan importante parte de la educación se deja enteramente en las manos de la madre. Ella prepara la tierra para futuro cultivo... Pero la madre no puede dar lo que no posee; la debilidad no puede impartir fuerza. Con una educación imperfecta... ¿Puede desarrollar los poderes, sacar afuera las energías, e impartir un espíritu de independencia en sus hijos? ... La madre debe poseer estas altas y nobles cualidades, o nunca podrá dárselas a su descendencia...”

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